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miércoles, 13 de octubre de 2010

Oíd mortales

Voy a inventar
una profecía rioplatense.

Voy a tomar carrera
y apuntarle a la tribuna
con ésta pelota de adoquín
y gritarles…

¡Paren la oreja, señoras y señores!
¡Escuchen la palabra
del Señor de los Suburbios!

Llegará el día, y ya está cerca
(oráculo del Señor de los Suburbios)
en que las viudas callejeras de Pompeya
los ruinosos moradores de Bajo Flores
y los hambrientos purretes de Soldati

y los inquilinos de Monserrat
y las putas de Constitución
y los sacrílegos devotos de Barracas
ciegos de Almagro
piantados de Balvanera

y los fanáticos de Mataderos
sabiondos y suicidas de San Cristóbal
reventados de Liniers

y los vetustos semihombres de Boedo
los postergados de Congreso
y alcohólicos de Parque Patricios
viejos inmigrantes de Lugano
y hasta los pibes de la Paternal

y los changarines de Retiro
elegantes de Palermo
los obreros de Chacarita
y los solitarios de tanto y tanto barriaje
que padecen hambre de pan
y no de eucaristías
que padecen sed de justicia
y no de leyes
eternos insatisfechos
infinitos y olvidados
y los otros, bah, los mismos
periféricos, los más
los que habitan comarcas insondables
en Matanza, Avellaneda, Rodríguez
en Merlo, Lanús, Berazategui
o Pacheco o Torcuato o William Morris…

Llegará el día
(dice el Señor de los Suburbios)
en que serán saciados
¡Por sus propias manos!

Porque Yo, el Señor de los Suburbios,
no tengo un puto hijo que enviarles…


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