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miércoles, 13 de octubre de 2010

Certificado de pertenencia

(Para Julián, naciendo en Austria,
de mamá argentina y papá guatemalteco)



Podrán decir que el suelo es otro
(cuando un gutural entuerto de voces lo reciba,
y el formulario a llenar
sea prueba irrefutable de su origen).

Podrán alegar la circunstancia
de haber saltado al mundo tan lejos de su casa
(en territorios pálidos con telones alpinos)
y que ha de ser por ello un prusiano de raza,
salvoconducto impecable
a la hora de traspasar
la aduana del futuro próximo.

Pero todos aquí sabemos
(y a mí no me joden)
que el pibito es tan americano de antemano
como el ombú y el chocolate.

Sé que mamá Laura le dará la teta
silbándole en la cara las coplas conocidas
que acunan a los changos de la Puna pa’ abajo.

Que le hablará bajito un lindo castellano
sazonado de lunfa, rechiflao de alegría,
y que lo hará de Boca, sin preámbulos
para que ya de gurí
sea un apasionado…

Sé que papá Camilo lo alzará con firmeza
y dulzura, y vigor, y tantas otras cosas
y Julián allá arriba sabrá de la estatura
de sus antepasados
y su primer sonrisa sonará toda maya
pavada de homenaje
para esa Guatelinda que le trae
la mitad de la sangre.

Yo sé porque lo sé (no me lo dijo nadie)
que antes que llegue Mozart
lo agarrará   Piazzolla
le estrenará la oreja con fueyes a destajo
que mamita
prolija y consecuta
le irá mechando entre los sonajeros.

(Y que por más lenta y tortuga que sea
Manuelita ya partió de Pehuajó rumbo a Viena,
para estrenar repertorio)


Que papá le irá dando señales de aquel sitio,
con su idioma de trueno, de tambor,
de estridencia,
el relato del aire tal como lo recuerda,
la cintura de tierra encerrada en los mares,
cuya hermosura es tal, y a tanto llega,
que hasta en sus mástiles
canta el pájaro sagrado.

(Ni águila ni halcón ni cóndor ni pelotas;
un luminoso quetzal…
más claro echale agua)

Por eso, por todo eso
y todo lo que será después de eso
yo me paro en la silla más cercana
y levanto un buen vaso de vino todito rojo
y brindo a tu salud, porque ya estás a un paso
y te doy la bienvenida
¡Julián querido!
porque naciendo vos…
renacemos.

Que te llegue el aliento de este lado del mundo,
Un beso transoceánico, un aplauso argentino.

(Te voy adelantando:
yo también tengo un hijo,
y es casi como decirte
ya tenés un hermano).

Mandanos cuando puedas
noticias de tus ojos
y del color
que se te pegó en la piel,
la forma de tu boca,
el ancho de tu frente,

decinos
cotidianamente
que sos
de aquí nomás, Julián,
de aquí nomás, chiquitín,
de aquí nomás…




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